domingo, 16 de julio de 2017

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Estoy en casa de Marina, la que ahora también es mi casa. Y ahora soy yo quien vive aquí. No recuerdo cómo llegué. Yo sola no habría llegado nunca. Quizás estoy aquí gracias a Marina, ella y su fuerza arrolladora, su talento y creatividad, su entusiasmo contagioso.
Sí, ahora vuelvo a trabajar, un poco como antes.
A mí lo que me gustaría es hablar de las cosas que aún me quedan, si he de ser franca, no sé gran cosa.
La muerte de mi hijo, por ejemplo. O la de mi madre, cada vez debo parecerme más a ella. Me parezco tanto que he debido ocupar su lugar.
El verdadero amor, el verdadero amor no es esto que pasa ahora. Mi verdadero amor lo tenía puesto en otro, pero hasta he olvidado su nombre.
Aunque hubiésemos levantado la cabeza para buscarnos con la mirada no nos habríamos visto, demasiado espacio entre nosotros. Por eso he olvidado su nombre.
Esta vez, y otra vez más, y después pienso que se habrá acabado todo. Es el sentido de lo antepenúltimo. Todo se difumina.
De modo que pienso: esta vez voy a conseguirlo, y aún otra quizás, y después todo habrá terminado.
Se trata de poner atención a todas esas cosas oscuras que ocurren por culpa nuestra, y qué magia tienen las cosas oscuras. Y si pienso en los contornos de la luz, lo hago sin melancolía.
Todo es un camino de una soledad impresionante, en el silencio del atardecer.

Puede ser que invente un poco, y que esté embelleciendo los detalles.
Sé que esperas un final abierto.

domingo, 29 de enero de 2017

Lo que perciban mis sentidos

A él siempre le había parecido un milagro que la gente quisiera su compañia, en especial las mujeres.
A veces le costaba aceptar que la mujer que estaba en su cama no estuviera ahí por equivocación.
A veces salía de su cuarto, se asomaba y se volvía a asomar incrédulo de que hubiera una mujer ahí desnuda esperándolo.
Valió la pena, cualquier pena.
Y comenzó a acariciarla de nuevo curva a curva.
A la hora de cumplir con las exigencias de la vida, lo que perciban mis sentidos.


domingo, 22 de enero de 2017

Las palabras deberían querer decir lo que queremos.

_Yo quería expresar todo con una idea precisa y no sabía la manera de hacerlo, es decir lo sabía, pero ahora que te tengo frente a mí, no lo sé. ¿No te ha pasado a veces?
_Solo sabes hablar de ti, cambia de tema.
_Eres cruel.
_Eso no es verdad, es que estoy triste.
_Yo no estoy triste, yo soy mala.
_No hables por hablar, no estamos en el cine.
_Nunca haces lo que te pido.
_No, y si comenzáramos de nuevo te volvería a traicionar.
_No digas eso.
_Dices que me amas pero para ti no soy nada especial, en cambio yo no te amo y te considero alguien especial.
_La felicidad no es alegre, y las palabras deberían querer decir lo que queremos.
Tienes una parte exterior y otra interior, sin el exterior queda solo el interior y si consigo quitar el interior, veré tu alma.

jueves, 13 de octubre de 2016

El Nobel

Nobel ese mismo premio que otorgaron a la Unión Europea por defender la paz y concordia.
El mismo Nobel que otorgaron a Barak Obama.
No entiendo de premios, ni tengo capacidad para decidir cual de todos los genios de entre los genios merecen obtenerlo.
Sigo a Dylan desde que cumplí 13 años, a esa edad me enamoré de la portada de Desire.
Mi hermana mayor tenía un novio que escuchaba a Dylan, Rafa, se parecía a Bruce Lee y además tenía una Bultaco, mi hermana tenía 19 años y era muy tonta, así que rompió con Rafa.
Él para reconquistarla le regalo ese disco, que era un tesoro para él.
Mi hermana no volvió a salir con Rafa y el disco acabó tirado en mi cuarto, por aquella época mi hermana sólo escuchaba a Los Pecos y ahora creo que a Julio Iglesias.
Por entonces yo hacía un par de años que tenía una cámara de 8 mm la llevaba conmigo a todas partes, grababa cualquier cosa que para mi fuera interesante (cabe decir que me interesaba todo, hasta como se movían las hojas de los árboles cuando soplaba viento).
En el instituto era la rara, nunca hablaba si no era algo imprescindible e importante, tomaba notas de todo lo que pasaba a mi alrededor, leía libros de forma compulsiva y grababa sin parar.
Había publicado varios cuentos y relatos cortos para amnistía internacional y había ganado un premio de relatos que organizaba coca-cola, llevaba la revista del instituto junto con dos chicos de Cou ( yo era de 1º de BUP) escribía los guiones radiofónicos de Radio Balear para mi amiga Chelo Bustos que a su vez quería ser locutora de radio ( hace 20 años que trabaja en la Cope)
Me decidí a escribir un guión, y con el dinero que había ganado del premio de coca-cola compré película para poder rodarlo, convencí a mis compañeros del instituto y organicé yo misma el rodaje.
El guión estaba inspirado en la portada del disco de Dylan, Desire.
El mediometraje se titulaba “Los Teutones”, el argumento iba de unos tipos muy malos, bastante nazis que querían acabar con la música y la libertad, en definitiva con el mundo.
Mi profesor de Filosofía (del que yo estaba loca y secretamente enamorada) tenía que hacer de protagonista, no me costó mucho convencerlo, en esa época yo era una empollona bastante excéntrica con la que era imposible debatir nada, ya que siempre tenía argumentos.
Accedió a hacer el papel y a vestirse igual que la famosa portada de Dylan.
Estuvimos 15 días grabando al salir de las clases por las tardes, en son Buic, una preciosa ladera en la Bonanova, llena de amapolas rojas y margaritas, con un pequeño bosque de pino y unos búnkers abandonados.
Hoy no existe nada, hace unos años construyeron un hotel de 5 estrellas y arrasaron con todo, el bosque, la ladera de margaritas y los búnkers abandonados.
El rodaje terminó cuando se me acabaron los rollos de película y mi padre se negó a darme dinero para comprar más, la película tiene 53 minutos.
No recuerdo haber pasado un día sin escuchar a Dylan. Hoy al levantarme a las 7,30h. sonaba en mi tocadiscos Union Sundown.
Me ha telefoneado, mi hijo, mi sobrino, mis mejores amigos, compañeros de trabajo, Luis Ortas el que era mi ayudante de dirección en la película del instituto, todos me han llamado cómo si el premio me lo hubieran concedido a mi, y sí, es mío, también lo siento así.
Hoy he escuchado unas frases de Lapido en un podcast de Alfonso Cardenal de la ser, decía que cuando escuchaba a Dylan creía que las canciones hablaban de él, de su vida, de sus rupturas, amores y decepciones. Y mientras escuchaba a Lapido me sentía identificada con lo que decía sentir sobre las canciones de Dylan,  yo también creía que todas sus canciones hablan de mi.
Dudo mucho que a Dylan le importe el Nobel o cualquier otro premio, pero yo desde luego si pudiera le daría todos los premios del mundo por acompañarme a lo largo de mi vida y hacerme volar con sus canciones.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Ideas fijas


Bebo con entusiasmo, con alegría, con superioridad con desprecio.
Mi cara cambia, mientras mis manos hacen girar la copa de vino lentamente.
_Él _dice Mon, indicando la mesa de fuera con la cabeza.
_Estamos hechos de una montaña de disculpas _contesto mientras lo miro.
_Ese hombre _dice Mon y sonríe.
_¿Qué más? _dice, haciendo tintinear el hielo en el vaso.
_Cuando habla no subraya nada, simplemente deja establecido el terreno en que podemos operar, una zona común de miedo, confusión y algunas dudas,
_Abre la boca y dispara, supongo que sabe que su sonrisa consigue hacer claudicar.
_Nos vigilábamos los pasos como animales acorralados.
_Se mueve con facilidad, pausado, suave, delicado. Me gusta como se mueve.
_Pero también se va sin contestar, ni saludar, orgulloso, con un rictus de neurosis. Y deja flotando su desdén como una nubecita. _ contesto

Mi amiga enciende un Marlboro, deja el paquete a mi alcance sobre la mesa.
_Cuéntame cualquier chiste _digo.
Se queda pensativa.
_No se me ocurren.
_¿Y tú?_pregunto.
_Lo mío es distinto _dice
_No he conseguido entablar ninguna conversación con él, parece disperso, distante, no muestra interés por nada que no sea él mismo.

Me quedo pensativa y extrañada  de que no haya mostrado interés por la biblioteca de mi amiga, una de las mejores bibliotecas de poesía americana que existen en España, cuando estoy en Cantabria muchas veces duermo en su casa, un futón en el suelo de la biblioteca es mi habitación, es algo indescriptible dormir entre las obra de  Pound, Bukowski, Carver, Whitman, Ginsberg, Elliot, William Carlos Williams, Kerouac… muchos de los libros de la biblioteca de mi amiga son primeros ejemplares o ejemplares descatalogados.
Hemos embalado parte de la biblioteca para enviar a la Universidad de Chile, el resto van a ir a la Universidad de Colorado, Kevin lo había dejado escrito en su testamento y tras su muerte Mona lo dispuso todo pera enviarlos.
Durante el verano yo misma la había ayudado a realizar el inventario.
Lo habíamos hablado varías veces, mientras estuvo vivo Kevin él no mostró interés, a pesar de que mi amiga lo había invitado en varias ocasiones a ir a La Cabaña.
_Él es huidizo, esquivo, distante _dice mi amiga.
Yo adoraba a Kevin, lo admiraba. Pienso mucho en él mientras mis dedos rozan sus libros, su biblioteca, pienso mucho en nuestra última conversación.
Nos conocimos como profesor y alumna, cuando aún era catedrático en la universidad de Alicante y yo una estudiante de Historia del Arte en la UIB.
Solía venir a Palma a dar conferencias sobre arte y poesía americana, junto con Robert Creeley y Tomás Graves, a las que yo acudía como oyente.
20 años después nos encontramos en Selaya, la situación no podía ser más surrealista.
Kevin era adorable, inteligente, elegante, culto, perspicaz, seductor.
Fue muy extraño nuestro encuentro y como coincidimos pocos días antes de su muerte.
Me encontraba en mi peor momento, quería irme de Cantabria, pensaba que no podía seguir, me asfixiaba y no tenía apenas amigos allí, me sentía muy sola.
Nos cruzamos en la plaza y  hablamos sin parar, como si tuviéramos mucho que decirnos, acabamos nuestra conversación tomando vinos en la barra de el Boliche.
Lo escuché absorta, me reconfortó escuchar a alguien a quien admiraba profundamente dándome consejos y pidiéndome que no me marchara.
Me habló de su etapa en Alicante. Había vivido allí algunos años, después recogió sus cosas para iniciar una nueva vida en Pisueña con Mon, la que iba a ser mi mejor amiga, mi hermana.

_Hacía tiempo que nadie me robaba un suspiro y él lo hizo el lunes, nos cruzamos y estaba indefenso, sin mascaras, me robó un suspiro. _contesto a mi amiga.
_Una se hace sus ideas fijas de suposiciones, se cree verdades que nadie le ha confirmado jamás.










jueves, 1 de septiembre de 2016

Nadie puede controlar los sueños que tiene

Nadie puede controlar los sueños que tiene.

Mi abuela me explicó una vez en que consiste la vida. Primero eres una niña, me dijo, después, en un segundo, estás en una cama apunto de morir y no te explicas, apenas recuerdas, qué ha pasado mientras tanto. Sólo sabes que ya se ha acabado.
La vida sería mejor si la gente se pegase de mentira como en esos espectáculos de lucha libre americana. Pero la vida no es así, lo sé. Está todo bien, pienso, aunque durante un tiempo todo el mundo pensó que no lo estaba, porque no comía, no dormía y sin embargo los médicos no encontraron ni rastro de la enfermedad que me había robado el apetito y el sueño, hasta las ganas de vivir. No era para tanto. Seguía siendo la misma de siempre, más cansada, más harta. Tal vez no necesite otra cosa, tengo mucho de todo lo demás. Imagino los brazos de un hombre alrededor de mi cuerpo y una paz que me permita dormir toda la noche, pero sé que el mundo real no tiene golpes de mentira y que los expertos no alcanzan a saber lo que se esconde dentro de todas las chicas que no sonríen ni duermen.
El médico no ha entendido nada le dije a mi madre, mi enfermedad, de haber existido, dejó de ser un problema, en cuanto crecí hasta ser lo que soy ahora, no es, ni se parece, a lo que yo quería ser. Quiero a todo el mundo, a gente de África que no conozco, a los niños pobres que no tienen nada, incluso pensé por un tiempo, más de una semana, adoptar uno. La idea perdió toda fuerza. Mis ideas pierden fuerza a menudo. Es uno de mis defectos, mis ideas se desvanecen. Imagino fiestas en las que no conozco a nadie. Presentaciones de libros que no he leído, o inauguraciones de artistas muy famosos de los que jamás he oído hablar.
Me gustan las faldas ceñidas, los zapatos de tacón, y los jugadores suplentes.
El cine que empezó siendo una parte de mi vida ha terminado por ser mi vida entera, el último reducto en el que protegerse de todas las demás confusiones.
Han muerto las distancias, las precauciones, el vértigo, el arte por el arte, el cine por el cine. Hay que sentir en el estómago, en los huesos, en el corazón.
Y el resto de mujeres, de mentira, que caminan deprisa sin saber bien adónde, entre el desamor y el taxi.
Me trae recuerdos de la gente que fui. Sin nostalgia, sin ira, imágenes nada más.
Creíamos tanto en el arte (pero creíamos de veras), no en el arte al servicio del hombre, sino en el hombre al servicio del arte.
La energía que derrochábamos no nos impedía ver la ironía implícita en la pelea. No las llamábamos películas, lo llamábamos cine.
Habría que dejar la vida tranquila, la realidad se basta sola.

lunes, 18 de julio de 2016

El objetivo

Odio el arte. Detesto rodar y escribir.
Yo lo que quería era perseguir gallinas; subirme a los árboles; espiar tras las puertas; prender fuego a las cortinas.
Me paraliza la banalidad del arte, de la vida en general.
Esa forma de andar de puntillas; de procurar no ofender a nadie; de hacer risas de todo.
El sexo como mercancía.
Esa idea ridícula de que todo el mundo tiene una razón profunda para cometer actos superfluos.
Veinte años fuera de casa. Dos décadas a la intemperie. Ten más valor. Y deja que te bese sin abrir los ojos. Y dame lo que quiero, una sola vez.
En los últimos años he conseguido sustituir la frustración por la tristeza. Es más profunda, pero menos enervante. El siguiente paso será reemplazar la tristeza por la indiferencia, mucho más plácida.
El objetivo final es convertirme en estatua y ser abandonada en un almacén.